Pero las últimas investigaciones han convencido a Pollak y a algunos otros de que el tratamiento del cáncer debería eliminarse de la lista. Más estudios, pero no hay pruebas Uno de los primeros indicios que relacionaban la metformina con los efectos anticancerígenos apareció en una breve nota publicada en el British Medical Journal en 2005. Los investigadores analizaron los registros médicos de casi 12.000 personas de la región de Tayside, en Escocia, a quienes se les había diagnosticado recientemente diabetes entre 1993 y 2001. De ellos, más de 900 desarrollaron cáncer. Curiosamente, aquellos que habían tomado metformina en algún momento durante el período del estudio tenían un 23 por ciento menos de probabilidades de haber recibido un diagnóstico de cáncer posterior. Este hallazgo impulsó más investigaciones sobre las personas con diabetes que toman metformina y el riesgo de cáncer de mama, cáncer de hígado, cáncer de ovario y endometrio, y otros tipos. Los autores de un análisis de 2013, que abarcó a más de 1 millón de pacientes en 41 estudios observacionales como el original, concluyeron que la metformina “podría estar asociada con una reducción significativa del riesgo de cáncer”. Pero tales asociaciones no son prueba. Los investigadores continuaron explorando el vínculo en estudios con células en placas y en animales de laboratorio, y descubrieron que la metformina retardaba el crecimiento de células cancerosas de sangre, mama, endometrio, pulmón, hígado, estómago y tiroides. También parecía hacer que las células cancerosas fueran más sensibles a los medicamentos de quimioterapia. En un estudio con ratones, los científicos injertaron células humanas de cáncer de mama, próstata o pulmón en los animales y los trataron con medicamentos de quimioterapia estándar, metformina o una combinación de ambos. La combinación funcionó mejor, previniendo el crecimiento del tumor y prolongando la recaída. Estos hallazgos tenían sentido para los investigadores. La metformina trata los problemas metabólicos en la diabetes y el cáncer también se ha relacionado con problemas metabólicos como la obesidad. Incluso antes del estudio del British Medical Journal de 2005, Goodwin había notado que los pacientes con cáncer de mama con niveles altos de insulina tenían peores resultados que aquellos con niveles normales de insulina. Esa lógica, más los datos prometedores, llevó a los científicos a realizar una serie de ensayos controlados aleatorios: el experimento de referencia en medicina. Los investigadores inscribirían a personas con cáncer y las dividirían en dos grupos. Un grupo recibiría la terapia estándar contra el cáncer más metformina; el otro grupo recibiría la terapia estándar más un placebo, una pastilla que no contiene medicamento.
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