El diseño impregna todos los aspectos de nuestras vidas. Está en el cepillo de dientes que tomas por la mañana, en la taza de la que tomas tu café, en el camino que tomas para ir a la oficina e incluso en la lámpara de noche que apagas al final del día. Tus actividades diarias fluyen sin problemas, en gran parte debido al cuidadoso diseño detrás de las herramientas y objetos con los que interactúas. Innumerables anécdotas ilustran cómo el diseño sirve como base para numerosas industrias y organizaciones, moldeando profundamente los productos o servicios finales que ofrecen. Un equipo de diseño dedicado forma parte integral de cualquier organización, trabajando de la mano con otros profesionales. La experimentación en todo el mundo demuestra consistentemente el impacto significativo del diseño en la recepción de los productos. Pero ¿qué es exactamente el diseño? En esencia, el diseño se trata de resolver problemas. Implica crear productos o servicios que se alineen con las necesidades de los usuarios, sean de uso intuitivo y evoquen resonancia emocional. Piensa en el reloj que te pasó tu padre o en la aplicación que recomendaste con entusiasmo a un amigo. Estos elementos tienen valor porque se integran perfectamente en su vida. Un reloj bellamente elaborado no sólo agrega elegancia a su atuendo sino que también genera la admiración de los demás. Sin embargo, su función principal sigue siendo decir la hora. Sin embargo, ¿qué sucede si te despiertas en plena noche y buscas tu reloj, pero sin darte cuenta lo deja caer al suelo? Este escenario resalta un aspecto crucial del diseño: minimizar la fricción. Incluso los diseños más funcionales y estéticamente agradables pueden fallar si introducen obstáculos o complicaciones innecesarias en la vida de los usuarios.

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