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Este artículo invitado es una adaptación del nuevo libro del autor, From Pessimism to Promise: Lessons from the Global South on Designing Inclusive Tech, publicado por MIT Press. ¿Qué tienen en común los collares para rinocerontes con inteligencia artificial en Sudáfrica, los drones de detección de plagas con visión artificial en las tierras agrícolas de Punjab y los dispositivos sanitarios portátiles en las zonas rurales de Malawi? Todas estas iniciativas forman parte del movimiento AI for Good, que alinea las tecnologías de inteligencia artificial con los objetivos de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas para encontrar soluciones a desafíos globales como la pobreza, la salud, la educación y la sostenibilidad ambiental. MIT PressEl hambre de soluciones basadas en inteligencia artificial es comprensible. En 2023, 499 rinocerontes fueron asesinados por cazadores furtivos en Sudáfrica, un aumento de más del 10 por ciento con respecto a 2022. Varios agricultores de Punjab perdieron alrededor del 90 por ciento de su producción de algodón a causa del gusano rosado; si la plaga se hubiera detectado a tiempo, podrían haber salvado sus cultivos. En cuanto a la atención sanitaria, a pesar de décadas de esfuerzos para aumentar el número de profesionales de la salud en las zonas rurales, estos siguen migrando a las ciudades. Pero ¿qué hace que la IA sea “buena”? ¿Por qué necesitamos anteponer la aplicación de la IA en el Sur Global con moralidad y caridad? ¿Y se traducirá la noble intención en hacer que las herramientas de IA funcionen para la mayoría del mundo? Una realidad cambiada El hecho es que el Sur Global de hace décadas no existe. Hoy en día, los países del Sur Global tienen más confianza, son más emprendedores y están tomando el liderazgo para ser pioneros en herramientas de IA apropiadas a nivel local que funcionen para su gente. Las empresas emergentes entienden que el éxito de las nuevas tecnologías depende del aprovechamiento del conocimiento local para una adopción y una escalabilidad significativas. La vieja fórmula de “innovar en Occidente y difundir al resto” está fuera de sintonía con esta nueva realidad. Mientras Occidente se aferra a su antiguo celo misionero, la colaboración Sur-Sur sigue creciendo, compartiendo nuevas tecnologías y construyendo la gobernanza de la IA. Además, algunas iniciativas de altruismo tecnológico han sido objeto de escrutinio porque ocultan sus actividades de extracción de datos, haciéndolas más transaccionales que caritativas. El mercado del altruismo tecnológico En agosto, entró en vigor el marco legal de la Unión Europea sobre IA, la Ley de IA. Sus medidas están destinadas a ayudar a los ciudadanos y las partes interesadas a optimizar estas herramientas y, al mismo tiempo, mitigar los riesgos. En sus documentos se menciona poco la IA para el bien; es simplemente la opción predeterminada. Sin embargo, a medida que pasamos del Norte Global al Sur, la moralidad entra en juego. El altruismo tecnológico subraya este cambio. Muchas de las iniciativas de IA para el bien están financiadas por filántropos tecnológicos en asociación con agencias de ayuda globales. Hacer el bien se manifiesta en la puesta a prueba de soluciones tecnológicas, con el Sur Global como laboratorio vivo. Una broma recurrente entre los trabajadores del desarrollo es que su campo sufre de «pilotitis», un síndrome agudo de proyectos piloto que nunca se escalan. El Sur Global suele verse como un receptor, un mercado, un beneficiario del tecnosolucionismo. Tomemos los collares de IA para los rinocerontes. Por ejemplo, la iniciativa Conservation Collar en Sudáfrica detecta un comportamiento anormal y envía esas señales a un sistema de inteligencia artificial que calcula la probabilidad de riesgo. Si determina que el animal corre un riesgo urgente, los guardabosques pueden actuar de inmediato para detener la caza furtiva. Pero cuando mi equipo investigó la realidad sobre el terreno, descubrimos que los guardabosques se enfrentan a numerosos obstáculos para actuar con rapidez, como caminos de tierra, vehículos viejos y largas distancias. Muchos guardabosques no habían cobrado en meses y su motivación era baja. Y, para colmo, se enfrentaban a una milicia armada que protegía un negocio multimillonario de comercio de rinocerontes. En Punjab, los drones con visión artificial pueden guiar a los agricultores para detectar plagas antes de que destruyan los cultivos. La Alianza Global para la Agricultura Climáticamente Inteligente financia proyectos que incluyen muchas de esas tecnologías habilitadas con inteligencia artificial mientras los agricultores se enfrentan a los caprichos de la crisis climática. Sin embargo, la detección es solo una parte de un problema mayor. Los agricultores luchan contra pesticidas de mala calidad e inasequibles, usureros, las vulnerabilidades provocadas por los monocultivos y la escasez de agua. Los innovadores agrícolas se quejan de que hay pocos usuarios pioneros de su tecnología, por muy buenas que sean sus herramientas. Después de todo, los jóvenes del Sur Global cada vez más no ven su futuro en la agricultura. Mientras tanto, hemos visto a organizaciones filantrópicas como la Fundación Bill y Melinda Gates lanzar grandes desafíos para que la IA ayude a aliviar las cargas de los sistemas de salud africanos. Esto ha dado como resultado ganadores como IntelSurv en Malawi, un sistema inteligente de retroalimentación de datos de vigilancia de enfermedades que computa datos de dispositivos portátiles inteligentes. Sin embargo, incluso con cientos de patentes para estos dispositivos que se registran cada año, todavía no son capaces de capturar de manera constante datos de alta calidad. En lugares como Malawi, estos dispositivos pueden convertirse en la única fuente de datos de entrenamiento para la IA en el cuidado de la salud, amplificando los errores en su sistema de salud. El hecho es que no podemos realmente resolver los problemas con la IA sin acompañarlos de reformas sociales. Construir carreteras adecuadas o pagar a los guardabosques a tiempo no es una innovación, es sentido común. Del mismo modo, ya sea en el sector de la salud o en el agrícola, las personas necesitan incentivos sociales para adoptar estas tecnologías. De lo contrario, estas herramientas de IA permanecerán en la naturaleza y no serán domesticadas. Los datos son moneda El altruismo tecnológico se ha vuelto cada vez más sospechoso, ya que las empresas de IA ahora enfrentan una grave escasez de datos. Están luchando por obtener datos en el Sur Global, donde vive la mayoría de los usuarios de tecnología. Tomemos, por ejemplo, el caso de Worldcoin, cofundada por el CEO de OpenAI, Sam Altman. Planea convertirse en «la red financiera y de identidad humana que preserva la privacidad más grande del mundo, dando propiedad a todos». Worldcoin comenzó como una organización sin fines de lucro en 2019 recopilando datos biométricos, principalmente en países del Sur Global, a través de su dispositivo «orbe» y a cambio de criptomonedas. Hoy, es una entidad con fines de lucro y está siendo investigada por muchos países por sus dudosos métodos de recopilación de datos. La organización sin fines de lucro alemana Heinrich-Böll-Stiftung informó recientemente sobre el crecimiento agresivo de las plataformas agrícolas digitales en África que prometen a los agricultores una agricultura de precisión y mayores rendimientos a través de aplicaciones habilitadas para IA. Sin embargo, estas aplicaciones suelen proporcionar a las empresas acceso gratuito a datos sobre semillas, suelo, cultivos, fertilizantes y el clima de las granjas donde se utilizan. Las corporaciones pueden utilizar el análisis de IA para convertir esta información en un arma, tal vez creando pólizas de seguro agrícola discriminatorias o anuncios microsegmentados para semillas y fertilizantes. De manera similar, en el sector de la atención médica, el Centro de Salud Digital de la Universidad de Brown ha informado sobre la venta de datos personales de salud a anunciantes externos sin el consentimiento del usuario. El problema es que, a diferencia de las empresas privadas que están obligadas a cumplir la ley, las iniciativas altruistas a menudo logran eludir las regulaciones debido a su intención «caritativa». Hace casi una década, Facebook lanzó Free Basics, que brindaba acceso a servicios de Internet limitados en el Sur Global violando los principios de neutralidad de la red. Cuando India bloqueó Free Basics en 2015, Mark Zuckerberg pareció sorprendido y comentó: «¿Quién podría estar en contra de esto?». Hoy nos preguntamos, ¿quién podría sumarse? Del paternalismo a las alianzasSegún una estimación, a partir de 2024, el Sur Global contribuye con el 80 por ciento del crecimiento económico mundial. Cerca del 90 por ciento de la población joven del mundo reside en estas regiones. Y se ha convertido en un espacio vital para la innovación. En 2018, China entró en la clasificación del índice de innovación global como uno de los veinte países más innovadores del mundo. El gobierno de la India ha creado su «pila tecnológica», la mayor infraestructura digital pública, interoperable y de código abierto del mundo. Esta pila está permitiendo a los empresarios construir sus productos y servicios lejos del duopolio de Apple y Google que restringe la competencia y la elección. A pesar de que el Sur Global demuestra su destreza innovadora, la etiqueta de imitador sigue siendo pegajosa. Esta percepción se traduce a menudo en que las organizaciones occidentales tratan a los países del Sur Global como beneficiarios, y no como socios y líderes de la innovación global. Es hora de que dejemos de subestimar al Sur Global. En cambio, las organizaciones occidentales deberían canalizar sus energías observando cómo los diferentes consumidores pueden ayudar a repensar las oportunidades, las salvaguardas y los futuros digitales para la mayoría del mundo. La inclusión no es un acto altruista. Es un elemento esencial para generar soluciones a los problemas perversos que enfrenta la humanidad hoy. Al diseñar nuevas tecnologías, debemos alejarnos del diseño impulsado por la moralidad con visiones grandiosas de hacer el bien. En cambio, debemos esforzarnos por lograr un diseño que se centre en las relaciones entre las personas, los contextos y las políticas. Los diseñadores, programadores y financiadores pueden beneficiarse de escuchar lo que los usuarios y empresarios del Sur Global tienen que decir sobre la intervención de la IA en sus vidas. Y los responsables de las políticas deberían enterrar el término «IA para el bien». Los medios de comunicación deben dejar de debatir si la tecnología por sí sola puede resolver los problemas del mundo. La verdadera inteligencia contextual que necesitamos no provendrá de la IA, sino de los seres humanos.