A principios del siglo XX, el primer vuelo de los hermanos Wright apenas despegó del suelo y duró apenas 12 segundos. Pero en pocas décadas, los aviones revolucionaron los viajes globales y conectaron al mundo de maneras que antes eran inimaginables. Hoy, se está desarrollando un patrón similar con la inteligencia artificial, en su transición de innovación de nicho a una herramienta omnipresente que está transformando industrias en todo el mundo. Revoluciones técnicas como esta se pueden visualizar y comprender utilizando un marco llamado la «curva S». La curva S es una representación gráfica de cómo la tecnología madura con el tiempo. Comienza lentamente, con los primeros usuarios, los casos de uso especializados y los tecnócratas. A medida que la tecnología demuestra su valor, entra en una fase de rápido crecimiento donde la adopción se acelera y se integra más ampliamente en varias industrias y aplicaciones. Sin embargo, a medida que la tecnología avanza, volviéndose más barata, más rápida y más eficiente, inevitablemente alcanza un límite lógico (a menudo definido por alguna limitación física práctica basada en las leyes de la física) y se asienta en una «cima» natural de la curva S. Cuando una tecnología llega a su límite, el progreso es relativamente lento y normalmente requiere un aumento significativo de la complejidad. Por ejemplo, observemos las mejoras de eficiencia del motor de combustión interna en los últimos 20 años. Con el tiempo, surge una nueva tecnología, que normalmente comienza con un nivel de rendimiento inferior al original, pero da como resultado una nueva curva en forma de S que tiene el potencial de superar a la anterior.