La identidad en un mundo digital El concepto de identidad –el carácter distintivo o la personalidad de un individuo– ha sido una característica fundamental a lo largo de la historia de la humanidad. Miles de años antes de que nuestras identidades se almacenaran digitalmente en la nube, los humanos usaban objetos de lenguaje y documentos para confirmar su individualidad. En la época de los antiguos griegos, la pregunta “¿Quién eres?” no solo se respondía con un nombre, sino con rasgos personales, posición social y su línea de antepasados. Los documentos de identidad (ID), por otro lado, tienen una historia mucho más breve. Un precursor de las tarjetas de identificación nacionales se introdujo en la Francia napoleónica como un medio para agilizar la burocracia, y encontró epígonos rápidos, como en el Imperio Otomano. Muchas tarjetas de identificación contemporáneas surgieron durante la Segunda Guerra Mundial. Si bien las tarjetas de identificación a menudo forman la base de los servicios gubernamentales, no se trata de un estándar global. En los EE. UU., los documentos de identificación emitidos por el estado solo han seguido un estándar común desde 2005, y no existe un sistema de identificación nacional. En el mundo, 850 millones de personas no tienen ningún documento de identidad. En el mundo analógico, la identidad no es, por tanto, universal y está algo fragmentada. Esto es válido para una definición más amplia de identidad. La cuestión de la identidad organizacional o corporativa se había respondido por primera vez en la misma ola de burocratización del siglo XIX. El Reino Unido, por ejemplo, introdujo el registro de empresas en 1844.5 Los registros de empresas pueden contener información como propietarios, nombre legal, detalles de registro, detalles del director y estructura empresarial, pero esto puede variar según el entorno legal de un país. Además, a diferencia de muchas características de la identidad personal, casi todos los campos de un registro de empresas están sujetos a cambios. Los registros de empresas y los números de registro han seguido siendo el non plus-ultra de la identidad corporativa hasta hace muy poco. En medio de este ecosistema casi incompleto, surge una nueva necesidad de identidad. Con la rápida digitalización de la sociedad, la identidad digital formará una piedra angular para ciertas interacciones en Internet.